23 septiembre 2025
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La industria espacial de Argentina despega: dentro del auge satelital y lo que viene

Argentina’s Space Industry Is Taking Off: Inside the Satellite Boom and What’s Next

Datos clave

  • Pionero espacial latinoamericano: Argentina fue la primera nación latinoamericana en desarrollar y lanzar sus propios cohetes en la década de 1960, sentando las bases para un ambicioso programa espacial nacional [1]. Su agencia espacial civil, CONAE, fue establecida en 1991 después de que proyectos previos liderados por militares dieran paso a un esfuerzo espacial pacífico [2].
  • Robusta agencia espacial nacional (CONAE): La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) de Argentina ha lanzado múltiples satélites de observación terrestre bajo sus series SAC y SAOCOM. Para 2011, CONAE había colocado con éxito cuatro satélites en órbita (SAC-A, SAC-B, SAC-C, SAC-D) para misiones científicas y medioambientales [3]. Más recientemente, CONAE desplegó dos sofisticados satélites de radar, SAOCOM 1A (2018) y 1B (2020), como parte de una constelación argentino-italiana para la gestión de emergencias [4] [5].
  • Operador satelital estatal: ARSAT, una empresa estatal de telecomunicaciones fundada en 2006, opera los satélites de comunicaciones de Argentina (ARSAT-1, ARSAT-2) brindando servicios de TV, internet y datos en todo el continente americano [6]. Actualmente está construyendo el primer satélite nacional de banda ancha de alta capacidad (ARSAT-SG1) para lanzar en 2025, con el objetivo de cerrar la brecha digital en las zonas rurales de Argentina y países vecinos [7] [8].
  • Industria espacial y startups locales: El ecosistema de Argentina cuenta con empresas de alta tecnología como INVAP (que construye satélites y hardware espacial) [9], VENG S.A. (que lidera el desarrollo de cohetes y operaciones satelitales) [10], y startups privadas como Satellogic (pionera en microsatélites de observación terrestre de bajo costo) y Innova Space (que desarrolla picosatélites para conectividad IoT) [11] [12]. Satellogic, fundada originalmente en Buenos Aires, ahora opera una constelación creciente de satélites de imágenes de alta resolución y ha atraído alianzas internacionales (por ejemplo, asociándose con Maxar para apoyar el monitoreo de defensa) [13].
  • Colaboraciones globales: Argentina sobresale a nivel internacional mediante colaboraciones estratégicas. Se asoció con la NASA en el satélite SAC-D/Aquarius (lanzado en 2011) para monitorear la salinidad oceánica [14]. Sus satélites de radar SAOCOM trabajan conjuntamente con los satélites COSMO-SkyMed de Italia para proveer datos de desastres en cualquier clima (la iniciativa SIASGE) [15]. Argentina alberga una importante antena de espacio profundo de la Agencia Espacial Europea en Mendoza para misiones como Mars Express y Rosetta [16], e incluso aloja una estación china de seguimiento de espacio profundo en la Patagonia (operativa desde 2018) como parte de un acuerdo bilateral [17]. En 2025, la NASA acordó llevar un CubeSat argentino (ATENEA) en el vuelo de prueba de la misión lunar Artemis II, subrayando la integración de Argentina en los esfuerzos de exploración global [18].
  • Amplias aplicaciones en el país: La tecnología espacial beneficia directamente a la economía y la sociedad de Argentina. Las imágenes satelitales apoyan a la agricultura con mapas de humedad del suelo y análisis de cultivos, permitiendo a los agricultores mejorar los rendimientos y gestionar las sequías [19]. El monitoreo ambiental es una prioridad: los satélites rastrean la deforestación, el retroceso de los glaciares y las condiciones marítimas; el próximo satélite SABIA-Mar (desarrollado en conjunto con Brasil) estudiará los ecosistemas oceánicos para obtener información sobre el clima y la pesca [20]. Los satélites de comunicación conectan comunidades remotas con banda ancha y telemedicina, y transmiten contenido educativo a nivel nacional [21]. Incluso los casos de uso en gestión de desastres y defensa son atendidos; por ejemplo, el radar de todo clima de SAOCOM ayuda a mapear zonas de inundación y detectar embarcaciones pesqueras ilegales a lo largo de la costa argentina [22].
  • Hitos recientes (2024–2025): El sector espacial de Argentina ha experimentado una gran actividad. En 2023, la CONAE comenzó a desarrollar una segunda generación del sistema satelital de radar en banda L SAOCOM 2, cuyo lanzamiento está previsto para alrededor de 2030, y que contará con tecnología mejorada (por ejemplo, electrónica de radar definida por software) y una resolución de imagen más fina (3–5 m) [23] [24]. ARSAT finalizó los planes para su satélite de alta capacidad SG-1 asociándose con proveedores internacionales para construir la infraestructura terrestre y apuntando a un lanzamiento en 2025 [25] [26]. Al mismo tiempo, Argentina firmó acuerdos de exportación para vender imágenes de radar SAOCOM a clientes en Asia y África, convirtiéndose en el único país de América que ofrece comercialmente estos datos desde sus propios satélites [27] [28].
  • Desafíos y perspectivas: A pesar de sus éxitos, las ambiciones espaciales de Argentina enfrentan obstáculos. La turbulencia económica y la austeridad fiscal en 2024–25 han provocado recortes presupuestarios en los programas científicos; incluso VENG, el contratista estatal de cohetes y operaciones satelitales, sufrió despidos de ingenieros en 2025 debido a los recortes del gasto público [29] [30]. Expertos advierten que estos recortes pueden poner en riesgo proyectos críticos y provocar una fuga de talentos, justo cuando la competencia regional en el espacio está en aumento [31]. Aun así, el plan espacial a largo plazo de Argentina hasta 2030 sigue en marcha: con lanzadores propios en desarrollo, nuevas constelaciones de minisatélites (serie SARE) en fase de diseño y una creciente demanda global de servicios satelitales, la industria está preparada para crecer si se mantiene la inversión y el apoyo público-privado.

Evolución histórica de la industria espacial argentina

El camino de Argentina hacia el espacio comenzó notablemente temprano. En la década de 1940, el visionario ingeniero Teófilo Tabanera formó la Sociedad Argentina Interplanetaria, convirtiendo a Argentina en el primer país latinoamericano con una organización de vuelos espaciales [32]. Para 1960 – casi un año antes de que los humanos llegaran al espacio – Argentina estableció la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) con Tabanera a la cabeza [33]. Durante la década de 1960, la CNIE y el instituto de investigación de la Fuerza Aérea lanzaron una serie de cohetes multietapa de gran altitud de fabricación nacional (Alfa Centauro, Beta Centauro, Orión, Canopus, etc.), enviando con éxito cargas científicas a la atmósfera superior [34]. De hecho, Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en enviar un objeto al espacio con un cohete propio, un motivo de inmenso orgullo nacional [35].

Sin embargo, los primeros esfuerzos espaciales se cruzaron con ambiciones militares. En la década de 1980, Argentina desarrolló el programa de misiles balísticos de alcance medio Condor. Bajo presión internacional (en medio de preocupaciones por la no proliferación), el misil Condor fue cancelado en 1991 [36]. Ese mismo año marcó un punto de inflexión: la administración del presidente Carlos Menem disolvió la CNIE y creó una nueva Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) civil para reenfocar todas las actividades espaciales en objetivos pacíficos, científicos y comerciales [37]. CONAE heredó la infraestructura y parte del personal del programa Condor, reutilizando los laboratorios de cohetes para uso civil y marcando una clara desmilitarización del programa espacial argentino [38].

Bajo la dirección de la CONAE en las décadas de 1990 y 2000, Argentina logró una serie de hitos satelitales. La serie SAC (Satélite de Aplicaciones Científicas) fue lanzada para avanzar en la experiencia nacional en observación de la Tierra y astronomía. Cabe destacar que el SAC-A (1998) probó tecnologías satelitales en órbita, y el SAC-B (1996) fue el primer satélite científico dedicado de Argentina para la física solar (aunque no logró desplegarse correctamente) [39]. En noviembre de 2000, Argentina lanzó el SAC-C, un satélite de teledetección de 467 kg construido en colaboración con la NASA, que operó mucho más allá de su vida útil de diseño de 5 años [40]. A principios de la década de 2010, la CONAE se había consolidado como un actor espacial serio: el SAC-D/Aquarius (2011) transportó un radiómetro de la NASA para mapear la salinidad oceánica, así como instrumentos argentinos para el monitoreo ambiental [41]. Esta misión conjunta produjo valiosos datos climáticos y subrayó la capacidad de Argentina para contribuir a la ciencia global [42].

En paralelo, Argentina buscó desarrollar la capacidad de satélites de comunicaciones para asegurar sus posiciones orbitales y la soberanía en telecomunicaciones. El resultado fue ARSAT, una empresa estatal fundada en 2006 para construir y operar satélites geoestacionarios. ARSAT-1, lanzado en 2014, fue el primer satélite geoestacionario diseñado e integrado en Argentina (por la empresa tecnológica INVAP) [43]. Le siguió el ARSAT-2 en 2015, ambos brindando servicios nacionales de TV directa al hogar, internet y datos. Estos éxitos significaron que Argentina se unió a un pequeño grupo de naciones con satélites de observación de la Tierra y de telecomunicaciones diseñados localmente.

Al entrar en la década de 2010, se puso un gran énfasis en los satélites de imágenes de radar y en el desarrollo de vehículos de lanzamiento. La CONAE se asoció con la Agencia Espacial Italiana (ASI) para lanzar SAOCOM 1A y 1B (lanzados en 2018 y 2020), satélites de radar de apertura sintética en banda L que forman parte de un sistema conjunto italo-argentino para la gestión de desastres (ver la constelación SIASGE) [44] [45]. Este proyecto aprovechó décadas de experiencia y llevó a Argentina al grupo de élite en capacidades de observación terrestre (la obtención de imágenes SAR es un campo de vanguardia típicamente liderado por agencias espaciales más grandes). En el área de lanzamientos, Argentina reactivó el desarrollo de cohetes a través del programa Tronador. Las primeras pruebas de cohetes sonda como el Tronador I en 2007–2008 demostraron conceptos de guiado y propulsión [46]. Para 2014, se realizaron lanzamientos experimentales de un prototipo de impulsor orbital de dos etapas (serie Tronador II VEx-1) desde la base de lanzamiento de Punta Indio. El VEx-1B voló durante 27 segundos, alcanzando una altitud de 2,2 km y validando motores y sistemas de control construidos localmente [47] [48]. Estos pasos incrementales –aunque lejos de alcanzar la órbita– señalaron la intención de Argentina de lograr una capacidad independiente de lanzamiento de satélites.

Más recientemente, la historia espacial de Argentina abrió un nuevo capítulo con el crecimiento de las empresas privadas NewSpace y las asociaciones internacionales. En 2013, un equipo de jóvenes ingenieros lanzó un pequeño CubeSat apodado “Capitán Beto”, seguido poco después por otros (“Manolito” y “Tita”), sembrando lo que se convertiría en Satellogic, una empresa privada que ahora opera decenas de microsatélites de observación terrestre. Esta ola emprendedora complementó los programas tradicionales liderados por el Estado, diversificando el ecosistema espacial. Para 2020, Argentina contaba con una industria espacial multifacética anclada en un rico legado histórico: desde la sociedad interplanetaria de Tabanera hasta los satélites actuales transmitiendo datos desde la órbita, el compromiso a largo plazo de Argentina con la tecnología espacial es evidente.

Agencias y Programas Gubernamentales

CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) es la pieza clave de los esfuerzos espaciales de Argentina. Como la agencia espacial nacional bajo el Ministerio de Ciencia, CONAE define y ejecuta el Plan Espacial Nacional, tratándolo como una política estratégica de Estado [49]. El mandato de CONAE abarca todo, desde misiones satelitales hasta el desarrollo de la industria local e incluso iniciativas educativas. La agencia opera instalaciones principales como el Centro Espacial Teófilo Tabanera en Córdoba, que alberga el control de misiones satelitales, antenas terrestres y laboratorios de integración [50]. Todas las misiones civiles de Argentina se controlan desde este centro, y se planea una segunda estación en Tierra del Fuego para mejorar la cobertura de los satélites en órbita polar [51]. Cabe destacar que CONAE también dirige el Instituto Mario Gulich de Altos Estudios Espaciales (con apoyo de la universidad de Córdoba y la ASI) para formar especialistas, lo que refleja el énfasis de la agencia en la construcción de capital humano [52].

Los programas de la CONAE están estructurados en torno a objetivos clave definidos en el Plan Espacial Nacional. La última edición del plan (que cubre aproximadamente 2016–2027) prioriza tres componentes: Observación de la Tierra, Exploración Espacial Pacífica y Desarrollo de Tecnología Espacial [53] [54]. Bajo el área de observación de la Tierra, la CONAE ha desarrollado satélites para recopilar datos sobre los vastos territorios terrestres y marítimos de Argentina; esto incluye la serie SAC (sensores ópticos/multiespectrales) y la serie SAOCOM (sensores de radar), que alimentan aplicaciones en agricultura, medio ambiente y respuesta ante desastres. En cuanto a la exploración, aunque Argentina no lanza astronautas, contribuye a proyectos internacionales (por ejemplo, realizando experimentos en misiones de la NASA). Un ejemplo reciente es la colaboración de la CONAE con la NASA en la próxima misión Artemis II: en 2025, un CubeSat argentino llamado ATENEA viajará alrededor de la Luna, estudiando la radiación en la órbita alta de la Tierra [55] [56]. Estas asociaciones se alinean con el llamado del plan a realizar emprendimientos cooperativos más allá de la Tierra, asegurando que Argentina comparta los beneficios científicos de la exploración global.

El tercer componente, el desarrollo tecnológico, impulsa programas como el vehículo lanzador Tronador y fomenta la industria nacional. La CONAE ha desarrollado una red de instituciones y empresas locales para apoyar estos esfuerzos. Por ejemplo, el proyecto Tronador II/III (para cohetes orbitales de carga media) es gestionado por CONAE pero ejecutado por un consorcio: los propios expertos de la agencia trabajan junto a VENG S.A. (una empresa aeroespacial estatal donde CONAE es accionista mayoritaria) y colaboradores como la Universidad Nacional de La Plata, INVAP S.E. (la principal empresa argentina de ingeniería satelital y nuclear), la fábrica de aviones re-nacionalizada FAdeA, y varias pymes privadas que suministran componentes (Valthe, Inoxpla, 2G Composites, etc.) [57] [58]. Esta coordinación público-privada, liderada por CONAE y VENG, busca desarrollar sistemáticamente la capacidad de lanzamiento – mediante vehículos de prueba iterativos (TII-70, TII-150, etc.) que conducen a los cohetes de dos etapas Tronador II y de tres etapas Tronador III [59]. Aunque el progreso ha sido más lento de lo esperado (originalmente se esperaba que Tronador se lanzara a mediados de la década de 2010), para 2022 el gobierno reafirmó su apoyo con nuevos fondos para reanudar las pruebas de motores y la fabricación de hardware de vuelo [60] [61]. El objetivo final es una capacidad independiente de acceso al espacio para que Argentina pueda poner en órbita sus satélites sin depender de lanzadores extranjeros – una capacidad estratégica que también se ofrecería comercialmente dentro de América Latina.

Además de la CONAE, otro actor gubernamental clave es ARSAT (Empresa Argentina de Soluciones Satelitales). Aunque no es una agencia espacial, ARSAT es un operador estatal de telecomunicaciones responsable de los satélites de comunicaciones del país. Creada por ley en 2006 para implementar una nueva política satelital de telecomunicaciones [62], ARSAT asumió los slots orbitales de Argentina y encargó la construcción de satélites a nivel nacional. El programa de ARSAT entregó dos satélites geoestacionarios modernos: ARSAT-1 (lanzado en 2014) y ARSAT-2 (2015), ambos construidos en Argentina por INVAP con Thales Alenia Space como socio, y lanzados en cohetes europeos. Estas naves llevan transpondedores que cubren toda Argentina y gran parte de América, habilitando servicios como DirecTV, enlaces de internet troncal y conectividad de gobierno electrónico. ARSAT opera una red de telepuertos terrestres y un centro de datos junto a los satélites [63] [64]. Tras ARSAT-2, se planeó un tercer satélite pero fue retrasado por cambios presupuestarios. Ahora ARSAT avanza con ARSAT-SG1, un satélite de segunda generación de alta capacidad que utiliza haces puntuales en banda Ka. Esto marcará la primera incursión de Argentina en satélites de banda ancha, multiplicando la capacidad para servir zonas remotas. El lanzamiento de ARSAT-SG1 está previsto para finales de 2025, con INVAP nuevamente construyendo el satélite y socios internacionales suministrando tecnología avanzada de carga útil (según un contrato de 2023 con la estadounidense CPI para sistemas gateway en banda Ka) [65] [66]. El respaldo continuo del gobierno a ARSAT (incluso con cambios de administración) demuestra que las comunicaciones satelitales se consideran un programa de infraestructura crítica.

Finalmente, en el ámbito de la defensa, Argentina no cuenta con una “agencia espacial militar” separada, pero las fuerzas armadas y el ministerio de defensa aprovechan los recursos de CONAE y ARSAT. Por ejemplo, el Ministerio de Defensa puede utilizar los satélites radar SAOCOM para vigilancia (como el monitoreo de fronteras o aguas costeras), y los satélites de ARSAT llevan comunicaciones seguras que probablemente apoyan necesidades de defensa. Los primeros desarrollos espaciales de Argentina estuvieron liderados por el ámbito militar (como con el misil Cóndor), pero hoy el sector defensa colabora principalmente a través de la CONAE. Un ejemplo interesante de sinergia civil-militar es el proyecto satelital SABIA-Mar – una misión conjunta con la agencia espacial de Brasil para monitorear el ambiente oceánico. Aunque es principalmente civil (estudio de biología marina, clima, etc.), los datos (por ejemplo, detección de barcos o floraciones de algas) tienen valor de doble uso para guardacostas y armadas. Este tipo de enfoque integrado significa que las agencias gubernamentales de Argentina buscan servir tanto a usuarios civiles como estratégicos a través de programas comunes, en lugar de mantener satélites militares separados en esta etapa.

Ecosistema Espacial Comercial: Empresas Upstream y Downstream

La industria espacial de Argentina cuenta con una combinación de contratistas estatales experimentados y startups ágiles, tanto en la fabricación upstream como en los servicios downstream:

  • INVAP S.E.: A menudo llamada la joya tecnológica de Argentina, INVAP es una empresa estatal (perteneciente a la provincia de Río Negro) que ha construido la mayoría de los satélites argentinos. La división aeroespacial de INVAP diseñó e integró los satélites SAC-D, ARSAT-1, ARSAT-2 y ambos SAOCOM 1A/B, entre otros [67]. Proporcionan la base de ingeniería para proyectos complejos, desde estructuras y electrónica de satélites hasta integración de sistemas. La experiencia multisectorial de INVAP (también exportan reactores nucleares y radares) le da a Argentina un alto nivel de autosuficiencia en el desarrollo de hardware espacial. En el programa SAOCOM, por ejemplo, INVAP fue responsable de la plataforma de servicio y la electrónica central del radar [68], trabajando en estrecha colaboración con los equipos de CONAE. INVAP también está contratada para ARSAT-SG1 y ha participado en el diseño de cargas útiles para misiones futuras como SABIA-Mar. Esencialmente, INVAP funciona como el equivalente argentino de un contratista principal aeroespacial.
  • VENG S.A.: Escindida para apoyar los sueños de vehículos lanzadores de CONAE, VENG es una empresa aeroespacial mayoritariamente estatal (CONAE posee la mayoría de las acciones) encargada de dos funciones principales: desarrollar los cohetes Tronador y operar los satélites de CONAE (especialmente la constelación SAOCOM) en el día a día [69]. VENG emplea a cientos de ingenieros y técnicos que trabajan en propulsión, guiado e infraestructura de lanzamiento para Tronador II/III. También integran el control de misión para los satélites argentinos de observación terrestre. En esencia, VENG es el puente entre la agencia y la industria: es el brazo técnico que implementa los ambiciosos proyectos de CONAE. Sin embargo, como empresa estatal, la suerte de VENG sube y baja con la financiación pública. En 2023–2025 la empresa ha enfrentado presión presupuestaria, con reportes de recortes de personal y reorganización que alarmaron a científicos sobre la continuidad de la experiencia [70] [71]. La salud de VENG suele verse como un indicador de la capacidad de Argentina para lograr un lanzador autóctono y mantener sistemas complejos como SAOCOM.
  • ARSAT (operaciones comerciales): Más allá de construir satélites, el negocio principal de ARSAT es proveer servicios de telecomunicaciones. Actúa como un proveedor mayorista de capacidad satelital, vendiendo ancho de banda en sus satélites a emisoras de TV, empresas de telecomunicaciones y programas gubernamentales de conectividad [72]. ARSAT opera una gran estación terrena en Benavídez (cerca de Buenos Aires) para controlar sus satélites GEO y subir señales. En el lado de bajada, ARSAT ha sido clave en la “Agenda Digital” de Argentina, habilitando proyectos como internet remoto para escuelas, enlaces de telemedicina en la Patagonia y una plataforma nacional de televisión DTH (directa al hogar). Los ingresos de ARSAT provienen de estos servicios, lo que a su vez justifica nuevas inversiones en satélites. La empresa también opera una red de fibra óptica y centros de datos, posicionándose como un proveedor integrado de TIC. En los próximos años, el despliegue de ARSAT-SG1 debería aumentar significativamente la capacidad de ARSAT para ofrecer internet de alta velocidad a regiones desatendidas [73], e incluso potencialmente vender capacidad excedente a países vecinos.
  • Satellogic: Una de las primeras startups latinoamericanas de “NewSpace” en globalizarse, Satellogic fue fundada en 2010 por emprendedores argentinos y ha construido una constelación de nano- y microsatélites para la observación de la Tierra. El enfoque de la empresa es verticalmente integrado: diseñan y construyen sus propios pequeños satélites (llamados NewSats, de unos 40-50 kg cada uno) y los operan para recolectar imágenes de alta resolución de la Tierra. Para 2025, Satellogic cuenta con docenas de satélites en órbita, con el objetivo de remapear todo el planeta con alta frecuencia. De manera única, Satellogic enfatiza la IA y el procesamiento en órbita, afirmando tener una plataforma satelital “AI-first” [74]. El éxito de la empresa atrajo la atención internacional: salió a la bolsa Nasdaq en 2021 y tiene alianzas como un acuerdo en 2024 con Maxar (una importante empresa satelital estadounidense) para ofrecer conjuntamente servicios de monitoreo a agencias de defensa [75]. Satellogic también ha firmado contratos para proveer tecnología y datos satelitales a gobiernos extranjeros (por ejemplo, un programa de transferencia tecnológica con la iniciativa espacial de Malasia, y un acuerdo exclusivo de imágenes en India) [76] [77]. Aunque su sede corporativa se trasladó posteriormente a EE. UU. para acceder al mercado [78], Satellogic mantiene una importante presencia de I+D en Argentina: más de la mitad de sus empleados están radicados allí [79]. Es un ejemplo de cómo el talento argentino puede competir internacionalmente en el floreciente mercado de observación terrestre.
  • Innova Space y nuevas startups: Inspiradas por el éxito de Satellogic, ha surgido una nueva generación de startups. Innova Space es un ejemplo destacado: nacida de un proyecto escolar en Mar del Plata, evolucionó hasta convertirse en una startup que construye picosatélites PocketQube (de solo 10x10x5 cm, ~0,5 kg) para crear una constelación de “Internet de las Cosas”. En enero de 2022, el equipo de estudiantes e ingenieros de Innova vio su primer picosatélite “MDQSAT-1 San Martín” lanzado en un viaje compartido de SpaceX Falcon 9 [80] [81]. Sorprendentemente, este diminuto satélite –lo suficientemente pequeño como para caber en la palma de una mano– fue ensamblado en el laboratorio de una escuela pública, con la mentoría del profesor convertido en emprendedor Alejandro Cordero [82]. Está diseñado para proporcionar conectividad IoT a sensores remotos (agrícolas, industriales) en zonas sin redes terrestres. Innova Space anunció ambiciosamente planes para decenas de picosatélites más (la constelación “Libertadores de América”) para eventualmente ofrecer cobertura continua [83]. Aunque esos plazos eran optimistas, la startup sí consiguió subvenciones gubernamentales para innovación e inversión privada para construir una red piloto [84] [85]. La trayectoria de Innova subraya cómo la sólida base educativa de Argentina y el talento en ingeniería de bajo costo pueden impulsar emprendimientos NewSpace locales. Otras empresas emergentes incluyen aquellas enfocadas en el análisis de datos de imágenes satelitales (aportando valor en agricultura y monitoreo ambiental), servicios de estaciones terrestres e incluso proveedores de componentes (por ejemplo, empresas que producen materiales compuestos, partes de propulsión o software para satélites –algunas de las cuales participan como subcontratistas en proyectos de CONAE [86]).

En el lado downstream (servicios), varias empresas aprovechan los datos satelitales para los usuarios finales. La propia CONAE tiene un brazo comercial (a través de acuerdos) para comercializar imágenes de radar SAOCOM en todo el mundo; en 2023 Argentina cerró un acuerdo con una empresa india para distribuir datos SAOCOM en Asia y África [87]. Empresas geoespaciales locales (como SpaceSur o Ascentio) utilizan imágenes satelitales para desarrollar aplicaciones de agricultura de precisión, gestión de desastres y planificación urbana en Argentina. El sector de telecomunicaciones también cuenta con revendedores que integran enlaces satelitales de ARSAT en soluciones de conectividad rural o Wi-Fi a bordo. En la radiodifusión, las empresas utilizan los satélites de ARSAT para entregar contenido a cabeceras de cable y usuarios DTH.

Es importante destacar que el ecosistema comercial argentino aún no incluye un proveedor privado de lanzamientos (Tronador es liderado por el Estado). Esto significa que los fabricantes de satélites argentinos todavía dependen de servicios de lanzamiento extranjeros (SpaceX, Arianespace, etc.) para llegar a órbita. Sin embargo, de cara al futuro, si Tronador II se vuelve operativo, podría surgir un mercado de servicios de lanzamiento – posiblemente un centro regional para lanzar pequeños satélites desde suelo argentino.

En general, las empresas espaciales argentinas operan en un contexto económico desafiante (con inflación y volatilidad cambiaria en ocasiones). Sin embargo, han demostrado ser resilientes e innovadoras – a menudo formando alianzas internacionales para compensar la falta de financiamiento local. La sinergia entre los programas gubernamentales (que forman ingenieros y financian grandes proyectos) y el emprendimiento privado (que aporta agilidad e inversión externa) está fortaleciendo gradualmente la amplitud de la industria.

Colaboraciones internacionales y transferencia de tecnología

La cooperación internacional ha sido una piedra angular de la estrategia espacial argentina, permitiéndole emprender proyectos ambiciosos y adquirir conocimientos avanzados. Algunas colaboraciones clave incluyen:

  • Italia y la asociación SIASGE: Quizás la colaboración más fructífera de Argentina sea con Italia. El Sistema Italo-Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias (SIASGE) vincula los satélites SAOCOM de Argentina (radar en banda L) con los satélites COSMO-SkyMed de Italia (radar en banda X) para proporcionar imágenes de radar integrales para la respuesta a desastres a nivel mundial [88]. Cada país construyó sus propios satélites pero comparte los datos: las frecuencias complementarias (bandas L y X) y las órbitas coordinadas permiten revisitas más frecuentes e información más rica (por ejemplo, humedad del suelo de SAOCOM combinada con imágenes puntuales de mayor resolución de COSMO) [89]. Esta cooperación, formalizada a principios de la década de 2000, implicó intercambios técnicos: ingenieros argentinos trabajaron con sus homólogos italianos en el diseño de radares, mientras que Italia obtuvo acceso a los datos de SAOCOM. El resultado es beneficioso para ambos: ambas naciones mejoraron sus capacidades. El apoyo de Italia también fue clave en áreas como la transferencia de conocimientos para la integración satelital y el desarrollo de aplicaciones. La asociación continúa mientras ambos planifican satélites de radar de próxima generación y mantienen una distribución conjunta de datos para usuarios en sectores como la agricultura y la protección civil.
  • Estados Unidos (NASA): Argentina ha cooperado durante mucho tiempo con la NASA, desde la década de 1990 cuando la CONAE y la NASA firmaron acuerdos marco [90]. La NASA proporcionó lanzamientos e instrumentos para varios satélites argentinos. Por ejemplo, el SAC-C fue lanzado en un cohete Delta II estadounidense y formó parte de la “Constelación Matutina” de misiones de observación terrestre de la NASA [91]. En el SAC-D/Aquarius, el JPL de la NASA contribuyó con el instrumento principal, el radiómetro Aquarius, para medir la salinidad oceánica, mientras que Argentina construyó la plataforma satelital y sensores adicionales [92]. La NASA también ayudó con las operaciones de misión y el análisis de datos, capacitando efectivamente a los equipos argentinos en la gestión de grandes misiones científicas internacionales. Otro vínculo fascinante es la contribución de Argentina a la exploración lunar de la NASA: en 2022 Argentina firmó los Artemis Accords (los principios de exploración lunar liderados por la NASA), y para 2025 la CONAE aseguró un lugar para su ATENEA CubeSat en el vuelo del Artemis II [93]. Este CubeSat probará blindaje contra radiación y comunicaciones en el espacio profundo, brindando a Argentina una posición en la investigación lunar y una experiencia invaluable en el desarrollo de CubeSats para misiones más allá de la órbita baja terrestre. Además, Argentina alberga una de las estaciones terrestres asociadas de la NASA: la Deep Space Network tiene una estación en Neuquén operada por la Agencia Espacial Europea, que también apoya indirectamente las misiones de la NASA [94].
  • Agencia Espacial Europea (ESA): Más allá de los países europeos individuales, Argentina colabora con la ESA. Un punto destacado es la Antena de Espacio Profundo de 35 metros (DSA-3) que la ESA construyó en Malargüe, provincia de Mendoza, operativa desde 2013 [95]. Argentina proporcionó el terreno y algo de apoyo, y a cambio la ESA permite que la CONAE utilice las capacidades de la antena para investigaciones nacionales cuando no está ocupada con misiones interplanetarias [96]. Esta estación terrestre es una de solo tres en el mundo para la ESA, utilizada para rastrear misiones como Mars Express, Venus Express y Rosetta [97]. Contar con esta infraestructura en suelo argentino no solo trajo empleos locales y capacitación técnica (ingenieros argentinos trabajan con la ESA en mantenimiento y procesamiento de señales), sino que también coloca simbólicamente a Argentina en el mapa de la exploración del espacio profundo. Además, Argentina participa en programas como la Carta Internacional sobre el Espacio y Grandes Desastres, que la ESA y otras agencias coordinan – la CONAE se unió en 2003 para compartir datos satelitales para la ayuda global en desastres [98]. Este tipo de intercambio de datos aumenta la exposición de Argentina a las mejores prácticas en gestión y aplicación de datos satelitales.
  • Brasil y socios regionales: A nivel regional, Argentina tiene una alianza natural con Brasil en el espacio. El proyecto principal es SABIA-Mar (SAC-E), una misión satelital conjunta para monitorear el color del océano y los ecosistemas costeros del Atlántico Sur (SABIA significa Satélite Argentino-Brasileño de Información Ambiental) [99]. En el marco de esta asociación, cada país desarrolla diferentes componentes: Argentina construye la plataforma y algunos instrumentos, mientras que Brasil aporta otros instrumentos y realiza pruebas. Los datos se compartirán para ayudar a ambas naciones a gestionar los recursos marinos y estudiar el cambio climático. El lanzamiento se ha pospuesto repetidamente (inicialmente previsto para mediados de la década de 2020), lo que ilustra el desafío de la financiación binacional, pero la colaboración ha fomentado el intercambio técnico y la buena voluntad política. Además de SABIA-Mar, Argentina y Brasil (los dos actores espaciales más avanzados de América Latina) han discutido a menudo la creación de una Agencia Espacial Latinoamericana o la coordinación de políticas espaciales [100]. Aunque no se ha materializado una agencia regional formal, sí cooperan en foros y capacitaciones. Por ejemplo, la CONAE y la Agencia Espacial Brasileña frecuentemente invitan a jóvenes profesionales de ambos países a talleres, y han colaborado en campañas de cohetes suborbitales (Argentina probó un sistema de guiado en un cohete brasileño VS-30 en 2007) [101].
  • China: Un socio importante y a veces controvertido es China. En 2012, Argentina acordó albergar una Estación China de Seguimiento de Espacio Profundo en Bajada del Agrio, Neuquén. La instalación, gestionada por el China Satellite Launch and Tracking Control (CLTC), cuenta con una antena de 35 metros utilizada para comunicarse con las sondas lunares e interplanetarias de China. Entró en funcionamiento en 2018 como parte de la red de apoyo de China para misiones como los aterrizadores lunares Chang’e [102]. El acuerdo otorgó a Argentina acceso a un porcentaje del tiempo de la antena para sus propias necesidades de comunicación espacial, y la inversión china (alrededor de 50 millones de dólares) mejoró la infraestructura local [103]. Sin embargo, debido a que CLTC está vinculado al ejército chino, la base generó preocupaciones a nivel internacional (con EE. UU. cuestionando su posible uso militar) [104]. Las autoridades argentinas afirman que las actividades de la estación son transparentes y científicas, pero los términos exactos no se hicieron completamente públicos, lo que generó debate interno sobre la soberanía. No obstante, Argentina se beneficia aprovechando la destreza técnica china – por ejemplo, oportunidades de capacitación para ingenieros argentinos en comunicaciones de espacio profundo, y la posibilidad de usar la estación para futuros CubeSats de espacio profundo de la CONAE o experimentos astronómicos. La cooperación China-Argentina también se extiende a la tecnología satelital: los satélites argentinos de observación terrestre han utilizado componentes chinos en ocasiones, y China ha ofrecido opciones de lanzamiento. (Se discutió que China podría lanzar el SABIA-Mar o futuros satélites argentinos, aunque hasta ahora Argentina ha utilizado principalmente cohetes estadounidenses y europeos.)
  • Otros: Argentina mantiene vínculos con muchas otras agencias nacionales. Ha trabajado con el CNES de Francia (remontándose a un programa de lanzamiento de globos llamado EOLE en la década de 1960 [105] y más recientemente en cooperación en altimetría satelital), con Alemania (por ejemplo, DLR proporcionó un instrumento térmico para el SAC-D), con Canadá (la CSA participó en el equipo científico del SAC-C y SAC-D [106]), y con Israel (que lanzó un nano-satélite argentino “Milano” en 2017). Argentina es activa en el Comité de las Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre (COPUOS) y envió experimentos a la EEI (a través de despliegues de CubeSat de la NASA). Estos diversos vínculos han permitido la transferencia de tecnología en áreas como pruebas de componentes satelitales, software y sistemas de tierra. Por ejemplo, socios europeos ayudaron a instalar el laboratorio de integración satelital de Argentina con salas limpias y equipamiento. El intercambio continuo de conocimientos – a través de misiones conjuntas o capacitación – ha sido vital para que Argentina mantenga el ritmo con los rápidos avances en tecnología espacial.

En resumen, el enfoque colaborativo de Argentina ha llenado vacíos de capacidad (por ejemplo, utilizando lanzadores e instrumentos extranjeros cuando es necesario) y ha elevado su propio nivel de habilidad al aprender de las principales agencias espaciales. El país equilibra hábilmente las relaciones Este-Oeste: trabajando con la NASA y la ESA por un lado, y con China y Rusia (en menor medida, como conversaciones sobre estaciones terrestres GLONASS) por el otro. Este pragmatismo en las asociaciones asegura que Argentina acceda a múltiples fuentes de tecnología. De cara al futuro, a medida que Argentina desarrolla más infraestructura propia, también está comenzando a exportar experiencia – ofreciendo datos (imágenes SAOCOM en el extranjero) [107] o incluso transferir tecnología (Satellogic vendiendo un satélite completo y capacitación a otra nación [108]). Eso marca una maduración donde Argentina no solo recibe transferencia tecnológica sino que se convierte en un contribuyente en la comunidad espacial global.

Proyectos del sector civil, comercial y de defensa

Los proyectos espaciales de Argentina abarcan aplicaciones civiles, comerciales y de defensa, a menudo con superposición dado que muchos sistemas son de doble uso. Aquí desglosamos los proyectos más destacados por sector:

Proyectos del sector civil

Estos son programas dirigidos principalmente a servicios públicos, investigación científica y beneficios sociales:

  • Observación de la Tierra para la sociedad: Los satélites SAC y SAOCOM de la CONAE sirven claramente a necesidades civiles. Por ejemplo, SAOCOM 1A/1B proporciona imágenes de radar frecuentes que las agencias gubernamentales utilizan para avisos agrícolas, monitoreo de inundaciones y detección de incendios forestales. Uno de los productos emblemáticos es el Mapa Nacional de Humedad del Suelo, derivado del radar en banda L de SAOCOM, que se distribuye a los agricultores para optimizar la siembra y el riego [109]. De manera similar, las misiones SAC-C y SAC-D recopilaron datos sobre ozono, uso del suelo y parámetros oceánicos para que los científicos argentinos estudien el clima y el medio ambiente. El próximo satélite oceanográfico SABIA-Mar (una misión científica civil conjunta con Brasil) rastreará variables como el fitoplancton, ayudando a biólogos marinos y gestores pesqueros. En el ámbito social, Argentina participa en la Disaster Charter, por lo que sus satélites (como SAOCOM) son asignados para captar imágenes de desastres naturales en cualquier parte del mundo para ayudar en los esfuerzos de socorro – una clara contribución humanitaria [110]. A nivel nacional, los gobiernos provinciales y las universidades utilizan ampliamente los datos satelitales (por ejemplo, para mapear el retroceso de glaciares en los Andes o monitorear la deforestación en la región del Chaco).
  • Desarrollo asistido por satélites: El impulso de Argentina para usar el espacio en favor del desarrollo se ejemplifica en los proyectos de conectividad de ARSAT. Bajo programas civiles, los satélites ARSAT extienden telefonía, internet y TV digital a la remota Patagonia, pueblos montañosos del noroeste e incluso bases en la Antártida. Una iniciativa civil es el Plan Juana Manso (anteriormente la parte argentina del proyecto Telcosur), que utilizó la capacidad de ARSAT para llevar televisión educativa y banda ancha a miles de escuelas rurales. Durante la pandemia de COVID-19, los satélites de ARSAT se movilizaron para conectar hospitales de campaña en zonas remotas. Otro proyecto es la Red Federal de Medios Públicos, donde los satélites de ARSAT distribuyen contenido cultural y noticioso a radios y canales comunitarios en todo el país. Argentina también utiliza satélites para la telemedicina – conectando clínicas rurales con médicos en ciudades a través de enlaces ARSAT. Estos esfuerzos subrayan que, más allá del glamour de la alta tecnología, los activos espaciales de Argentina abordan desafíos concretos como cerrar la brecha digital urbano-rural [111].
  • Ciencia climática y ambiental: En el ámbito de la investigación, Argentina aprovecha el espacio para estudios climáticos. La misión SAC-D/Aquarius es un ejemplo destacado de proyecto científico civil: su objetivo de mapear la salinidad superficial del mar ayudó a mejorar los modelos climáticos relacionados con El Niño y la circulación oceánica [112]. Los datos de esa misión (que contó con aportes de la NASA, el CNES de Francia y otros) alimentaron directamente evaluaciones climáticas globales. La agencia espacial argentina también trabaja estrechamente con su Servicio Meteorológico Nacional y el instituto de hidrología, utilizando datos de satélites meteorológicos extranjeros combinados con insumos locales de SAOCOM para mejorar los pronósticos de inundaciones en cuencas como la del Paraná. Además, los científicos de CONAE tienen proyectos de monitoreo de la Criósfera – usando imágenes satelitales para cuantificar cambios en los campos de hielo patagónicos y el manto de nieve andino, vitales para la planificación de recursos hídricos. Todos estos son esfuerzos del sector civil que buscan hacer la política más basada en datos.
  • Educación y Divulgación: Aunque no es un “proyecto satelital” en sí mismo, vale la pena señalar que el mandato civil de CONAE incluye actividades educativas. Organizan eventos a nivel nacional como la Semana del Espacio en escuelas y gestionan la divulgación del Observatorio Pierre Auger (Argentina alberga este observatorio de rayos cósmicos, parcialmente relacionado con el espacio). La experiencia de CONAE también se integra en programas STEM; por ejemplo, el pico-satélite Innova Space comenzó como un desafío escolar, ilustrando cómo los proyectos espaciales han llegado al sistema educativo para inspirar a los jóvenes [113] [114].

Proyectos del Sector Comercial

Estas son iniciativas orientadas al retorno económico, servicios privados o mercados de exportación:

  • Constelación de Observación Terrestre de Satellogic: Como empresa privada, la constelación de Satellogic es un proyecto comercial que vende inteligencia geoespacial. Satellogic ofrece imágenes de alta resolución (hasta ~70 cm de resolución) a un costo mucho menor que los proveedores tradicionales, posicionándose en el mercado global de imágenes satelitales. Para 2025, la empresa anuncia que puede remapear cualquier punto de la Tierra semanal o incluso diariamente, permitiendo casos de uso para clientes comerciales: desde el monitoreo de la salud de cultivos para el agro hasta el seguimiento del tráfico en estacionamientos de comercios para analistas financieros. Un servicio comercial innovador es el plan de Satellogic de ofrecer “Constellation-as-a-Service”, esencialmente vendiendo una flota de satélites lista para usar u operando un grupo dedicado para una nación cliente [115] [116]. Este modelo llevó a un contrato con Al Yah Satellite (UAE) y un Memorando con Malasia para construir la capacidad de observación terrestre de ese país utilizando tecnología de Satellogic [117]. Es un ejemplo destacado de un proyecto nacido en Argentina que genera ingresos por exportación y empleos de alta tecnología.
  • Satélites de Banda Ancha de ARSAT: Mientras que los dos primeros satélites de ARSAT fueron financiados en gran parte por el gobierno y se centraron en necesidades nacionales, el nuevo ARSAT-SG1 tiene una fuerte intención comercial. Operará en banda Ka con alta capacidad de transmisión (más de 40 Gbps de capacidad [118]), que puede venderse al por mayor a empresas de telecomunicaciones para internet y backhaul celular. ARSAT está mirando mercados regionales: ofrecerá cobertura de banda ancha no solo en Argentina, sino también en Bolivia, Paraguay, Chile y las bases antárticas argentinas [119]. La empresa ha manifestado interés en asociarse con empresas privadas de telecomunicaciones para monetizar esta capacidad (por ejemplo, proporcionando backhaul 4G/5G en zonas rurales). Se espera que el ARSAT-SG1 también respalde servicios de IoT y quizás conectividad en vuelo en Sudamérica. Su lanzamiento en 2025 (en un cohete comercial aún por determinar, probablemente SpaceX o Arianespace) será un hito comercial; ARSAT supuestamente asignó un contrato de más de $20 millones a CPI para sistemas terrestres que aseguren que los servicios del satélite puedan ser plenamente explotados [120]. El éxito del SG1 podría llevar a más satélites (un SG-2, etc.), potencialmente con coinversión privada.
  • Startups de Aplicaciones de Datos Satelitales: Un grupo creciente de startups argentinas se enfoca en aplicaciones de datos downstream, esencialmente convirtiendo datos satelitales en bruto en información comercial. Por ejemplo, BioObserva utiliza imágenes satelitales combinadas con IA para ofrecer soluciones de monitoreo de plagas a grandes campos de soja (un importante sector exportador de Argentina). SpaceGuard está explorando el uso de imágenes satelitales para seguros (para evaluar daños en cultivos de forma remota). UZ Software, con sede en Buenos Aires, se asoció con Satellogic para desarrollar una plataforma de monitoreo en tiempo real de oleoductos mediante el análisis de imágenes para detectar fugas o intrusiones, un servicio dirigido a empresas energéticas. Estos proyectos ilustran cómo el sector privado está encontrando cada vez más formas de beneficiarse del aluvión de datos satelitales ahora disponibles. Los programas gubernamentales apoyan esto a través de hackatones y subvenciones de innovación para fomentar una industria de geoanalítica.
  • Segmento Terrestre y Telepuertos: Otro ángulo comercial es la infraestructura terrestre. La geografía de Argentina (que abarca desde latitudes casi tropicales hasta antárticas) la hace ideal para albergar estaciones terrestres para operadores satelitales extranjeros. Empresas como Tesacom y NEUTRAL han establecido servicios de telepuerto en Argentina para recibir señales de satélites para sus clientes. Además, CONAE/VENG ofrecen un servicio comercial en la estación terrena de Córdoba para misiones internacionales que necesitan cobertura antártica; varios operadores de smallsats han utilizado las antenas terrestres de alta latitud de Argentina (una fuente de ingresos para CONAE). También existe una startup argentina, Skyloom (cofundada por un argentino pero con sede en EE.UU.), que trabaja en comunicaciones láser y está considerando realizar pruebas desde sitios terrestres argentinos. Aunque estos casos son de nicho, indican que Argentina es un nodo atractivo en la red global de comunicaciones espaciales.

Proyectos de Defensa y Seguridad

La constitución argentina enfatiza los usos pacíficos del espacio, pero como cualquier país, tiene intereses de defensa y seguridad que aprovechan los activos espaciales:

  • Observación Terrestre de Doble Uso: Los satélites SAOCOM, aunque gestionados por civiles, son inherentemente de doble uso. Su capacidad para detectar condiciones del terreno de día o de noche, a través de nubes, es valiosa para el reconocimiento militar y la seguridad fronteriza. Las autoridades de defensa argentinas pueden usar imágenes SAOCOM para monitorear fronteras remotas (por ejemplo, rastrear pistas de aterrizaje no autorizadas o movimientos en el extremo norte), vigilancia marítima (detectar flotas pesqueras ilegales en el Atlántico Sur) y apoyar despliegues de mantenimiento de la paz con mapas actualizados. De hecho, las constelaciones de microsatélites SARE planificadas incluyen explícitamente un componente de seguridad: los primeros satélites ópticos SARE se centrarán en áreas urbanas, redes de transporte y cartografía relacionada con la seguridad [121]. Mientras tanto, se señala que la primera constelación SARE de microondas (SAR en banda X) será útil para detectar pesca ilegal, tráfico marítimo y generar modelos digitales de elevación para la planificación estratégica [122]. Estas descripciones de CONAE muestran un reconocimiento de que las agencias de seguridad nacional son usuarios clave de los datos. El Ministerio de Defensa en Argentina ha establecido, según se informa, una unidad de análisis de imágenes que trabaja con CONAE para integrar los datos de SAOCOM en su ciclo de inteligencia.
  • Comunicaciones militares: Argentina aún no cuenta con un satélite de comunicaciones militares dedicado, pero la flota de ARSAT se ha utilizado para proporcionar canales de comunicaciones seguras para las fuerzas armadas. Durante misiones internacionales de mantenimiento de la paz (como en Haití), las fuerzas argentinas dependieron de enlaces satelitales – presumiblemente mediante capacidad alquilada en ARSAT o satélites internacionales. De cara al futuro, los libros blancos de defensa de Argentina han mencionado la necesidad de satcom para defensa (a veces denominado proyecto “Satélite de Comunicaciones Militares”), pero en lugar de adquirir un sistema separado, el enfoque podría ser agregar una carga útil en un futuro ARSAT o asociarse con el satélite de una nación amiga. Hubo una colaboración con Brasil: Argentina fue un socio menor en el satélite de comunicaciones de defensa SGDC de Brasil (lanzado en 2017), recibiendo una parte de su capacidad. Además, si ARSAT-SG1 cubre países vecinos, Argentina podría monetizar parte de la capacidad ofreciendo canales encriptados a las agencias de defensa o emergencia de esos gobiernos.
  • Primer lanzador (Cóndor) y tecnología de misiles: Históricamente, el programa de misiles Cóndor fue un proyecto espacial impulsado por la defensa (originalmente destinado a desarrollar misiles de alcance intermedio que también pudieran funcionar como lanzadores de satélites). Su finalización en 1991 fue una condición para que Argentina se reincorporara al Régimen de Control de Tecnología de Misiles (MTCR) y normalizara las relaciones de defensa con Occidente. Hoy en día, cualquier tecnología de cohetes que Argentina desarrolle a través de Tronador tiene implicancias de defensa inherentes (en términos de conocimientos que podrían aplicarse a misiles). Sin embargo, Argentina se ha mantenido comprometida a usarla únicamente para lanzamientos de satélites. El instituto militar de investigación CITEFA (ahora parte del Ministerio de Defensa) realiza algo de I+D en motores de cohetes, pero principalmente para cohetes sonda o antigranizo, no para sistemas capaces de alcanzar la órbita [123]. En los últimos años, la Fuerza Aérea Argentina ha mostrado interés en pequeños satélites de vigilancia para ayudar a monitorear vastos territorios (especialmente el sur poco poblado y las fronteras). En 2020, un acuerdo entre el Ministerio de Defensa y la CONAE buscó desarrollar un “minisatélite de observación para defensa”, pero los detalles siguen siendo escasos públicamente. Probablemente esté vinculado a la serie SARE, donde el sector defensa financiará o utilizará uno de los satélites.
  • Vigilancia espacial y desechos: Proteger los activos espaciales es un campo de defensa emergente. Argentina participa en discusiones internacionales sobre conocimiento de la situación espacial. Los institutos de investigación en física del país colaboraron con socios para desarrollar técnicas para detectar desechos orbitales y rastrear satélites usando sensores terrestres. Si bien Argentina no tiene un Comando Espacial de la Fuerza Aérea como tal, asigna parte de la responsabilidad de protección satelital a su Fuerza Aérea y a la CONAE conjuntamente. Por ejemplo, cuando se predice una posible colisión que involucra un satélite argentino, la CONAE trabaja con entidades como el U.S. Joint Space Operations Center para maniobrar el satélite. (Esto ocurrió en 2020 cuando la EEI ajustó su órbita para evitar un fragmento de desecho proveniente, al parecer, de un antiguo satélite argentino [124].) Esto resalta cómo la coordinación entre defensa y el sector civil es esencial para la seguridad de los vuelos espaciales.

En resumen, el uso de la defensa del espacio por parte de Argentina es actualmente moderado y integrado dentro de su marco civil. El país depende de satélites multipropósito en lugar de satélites militares dedicados, lo que refleja tanto una elección de política (énfasis en el uso pacífico) como una cuestión de practicidad presupuestaria. Sin embargo, a medida que crecen las capacidades de Argentina, podría considerar activos dedicados o un mayor rol militar, especialmente si los rivales regionales o preocupaciones de seguridad (como la vigilancia de la zona económica exclusiva) lo requieren. Por ahora, la tendencia es maximizar los beneficios de doble uso: cada nuevo satélite civil se diseña pensando en cómo también puede servir a la seguridad nacional (por ejemplo, los pequeños satélites radar SARE planificados incluyen específicamente “seguridad” y “control de pesca ilegal” en sus objetivos [125]).

Aplicaciones clave de la tecnología satelital en Argentina

Argentina aprovecha los satélites de diversas maneras para abordar prioridades nacionales. Estas son algunas de las aplicaciones más importantes:

  • Agricultura y ganadería: Con la agricultura representando una parte significativa del PIB de Argentina (soja, maíz, trigo y ganadería son pilares), los datos satelitales se han convertido en un factor decisivo para el sector. La imágenes de observación terrestre se utilizan para la agricultura de precisión: los agricultores acceden a mapas NDVI (índices de salud de la vegetación) de satélites ópticos para guiar la fertilización y detectar el estrés de los cultivos de forma temprana. Más singularmente, el radar SAOCOM puede medir la humedad del suelo en grandes extensiones [126]. El Ministerio de Agricultura, junto con el INTA (el instituto nacional de tecnología agropecuaria), distribuye semanalmente mapas de humedad del suelo a 100 m de resolución para ayudar a los agricultores a optimizar el riego y los calendarios de siembra [127]. Estos mapas son cruciales en regiones propensas a la sequía; se han utilizado para mitigar pérdidas indicando dónde plantar variedades de cultivos resistentes a la sequía o cuándo retrasar la siembra tras lluvias escasas. Los satélites también ayudan a los ganaderos: al monitorear las condiciones de los pastizales en las extensas estancias argentinas, los ganaderos pueden decidir cuándo mover el ganado o comprar forraje. En provincias como Salta y Santiago del Estero, las alertas de deforestación satelital (de satélites argentinos e internacionales) ayudan a hacer cumplir las leyes contra la tala ilegal para la expansión sojera, preservando indirectamente los pastizales y los medios de vida rurales.
  • Gestión de desastres y monitoreo ambiental: Argentina enfrenta peligros naturales que van desde erupciones volcánicas andinas hasta inundaciones pampeanas e incendios forestales patagónicos. Las imágenes satelitales son fundamentales para la preparación y respuesta ante desastres. Los satélites SAOCOM, como parte de la constelación de Gestión de Emergencias, suministran imágenes frecuentes incluso a través de las nubes, que se han utilizado para mapear la extensión de inundaciones en las Pampas, ricas en agricultura, durante lluvias intensas, guiando la ayuda de emergencia a los pueblos rurales más afectados [128]. Tras los incendios forestales en las sierras de Córdoba, las imágenes satelitales de alta resolución ayudan a las autoridades a evaluar las áreas quemadas y planificar la reforestación. La ubicación de Argentina también implica que monitorea el agujero de ozono y el retroceso de los glaciares: los satélites rastrean los campos de hielo patagónicos y han revelado una pérdida significativa de masa de hielo durante décadas, informando los esfuerzos de adaptación al clima. El Servicio Meteorológico Nacional utiliza datos de satélites meteorológicos GOES combinados con satélites locales para mejorar la predicción de tormentas; por ejemplo, asimila datos en tiempo real de rayos e imágenes meteorológicas para emitir alertas oportunas. Las agencias ambientales dependen de la próxima misión SABIA-Mar para monitorear la calidad del agua costera (por ejemplo, detectar floraciones de algas que podrían afectar la pesca o el turismo). Cabe destacar que los satélites también ayudan a proteger los sitios de patrimonio natural de la UNESCO en Argentina: los guardaparques de Iguazú y Parque Los Glaciares han comenzado a usar mapas satelitales para detectar actividades ilícitas o cambios ambientales en vastas áreas del parque.
  • Telecomunicaciones y radiodifusión: El gran tamaño de Argentina y la baja densidad de población en algunas áreas hacen que los satélites sean esenciales para la comunicación. Los satélites de ARSAT transmiten el paquete de canales públicos gratuitos (Televisión Digital Abierta) a comunidades remotas, proporcionando contenido educativo y cultural en todo el país. También conectan a miles de escuelas rurales a internet como parte del plan federal de conectividad [129]. Por ejemplo, en las montañas de Jujuy o en los profundos bosques del Chaco, las antenas VSAT conectadas a los satélites de ARSAT permiten el aprendizaje en línea y el acceso a internet para los estudiantes. En telecomunicaciones, los satélites sirven como enlaces de respaldo para torres de telefonía celular en caso de cortes de fibra (mejorando la resiliencia de la red en un país propenso al vandalismo de fibra o a interrupciones naturales). Los bancos argentinos utilizan enlaces satelitales para redes de cajeros automáticos en pequeños pueblos. Además, los satélites han extendido la cobertura de radio FM y TV: las emisoras locales en Tierra del Fuego o las bases de investigación antárticas reciben señales retransmitidas por ARSAT, integrando esas comunidades con el resto del país. Esto tiene beneficios tanto sociales como de seguridad (por ejemplo, permite comunicaciones de emergencia durante desastres naturales cuando fallan las redes terrestres).
  • Transporte y Navegación: Aunque Argentina no tiene su propio sistema GPS, utiliza activamente la navegación por satélite (GPS, GLONASS, etc.) para diversas necesidades. El gobierno estableció una red de estaciones de referencia GNSS (RAMSAC) para mejorar la precisión en agrimensura y agricultura. Estas estaciones aumentan las señales para los sistemas de guiado de tractores de los agricultores y para la cartografía de alta precisión en proyectos de construcción. En la aviación civil, las ayudas a la navegación basadas en satélites han permitido rutas de vuelo más eficientes sobre el remoto Atlántico Sur y la Patagonia, beneficiando a las aerolíneas con ahorro de combustible. Ha habido discusiones sobre unirse al programa Galileo de Europa o aumentarlo regionalmente, pero actualmente Argentina depende de las constelaciones globales existentes. Sin embargo, un proyecto autóctono en navegación es el apoyo de SAOCOM a la seguridad aérea: los datos de SAOCOM pueden mapear deformaciones del terreno o deslizamientos de tierra que amenacen carreteras y puentes, informando indirectamente sobre el mantenimiento. Además, la CONAE ha experimentado con el uso de satélites para rastrear la deriva de nubes de ceniza durante erupciones volcánicas, lo cual es fundamental para la aviación (la erupción del Puyehue en 2011 en Chile interrumpió gravemente los vuelos en Argentina; desde entonces, el monitoreo satelital de cenizas mediante GOES y otros es estándar para guiar ajustes en las rutas de vuelo).
  • Conciencia del Dominio Marítimo: La zona de pesca de Argentina en el Atlántico Sur es rica pero sufre de pesca ilegal por parte de flotas internacionales. Los satélites se han vuelto fundamentales para abordar esto. Las imágenes ópticas y de radar detectan embarcaciones que podrían estar “oscuras” (sin transmitir señales AIS). Por ejemplo, el radar de SAOCOM puede detectar barcos de noche o a través de nubes, y al correlacionar esto con los transpondedores de embarcaciones conocidas, las autoridades pueden identificar qué ecos de radar probablemente sean barcos pesqueros no registrados. En 2020, la Armada Argentina comenzó a recibir este tipo de inteligencia satelital, lo que llevó a incautaciones de alto perfil de embarcaciones pesqueras ilegales. Los minisatélites de radar en banda X SARE planificados están explícitamente destinados a mejorar esta capacidad, prometiendo un monitoreo más frecuente de las áreas marítimas tanto para la aplicación de la pesca como para los esfuerzos de búsqueda y rescate [130]. Además, los satélites ARSAT permiten las comunicaciones para las patrullas de la Prefectura Naval y la Armada que operan lejos de la costa o cerca de la Antártida.
  • Planificación Urbana e Infraestructura: Las ciudades y provincias de Argentina utilizan imágenes satelitales para la planificación y obras públicas. Las imágenes de alta resolución del Gran Buenos Aires ayudan a actualizar los mapas catastrales, monitorear el crecimiento de asentamientos informales y planificar corredores de transporte. Los mapas derivados de satélites se usaron en el diseño de los nuevos carriles de Bus Rapid Transit y en proyectos de control de inundaciones en la ciudad. En Mendoza, una provincia desértica dependiente del riego, los satélites monitorean el estado de canales y embalses (siguiendo evaporación, floraciones de algas) para optimizar la distribución del agua. Proyectos de infraestructura como nuevas autopistas o los propuestos oleoductos de Vaca Muerta se benefician de estudios satelitales que identifican rutas óptimas con mínimo impacto ambiental. Además, los satélites apoyan la infraestructura energética: los datos de infrarrojo térmico de satélites ayudan a localizar pérdidas de calor en las redes de distribución e incluso a detectar fugas de metano en los gasoductos de los campos energéticos de la Patagonia (una colaboración reciente con Satellogic buscó proporcionar un “ojo en el cielo” para que las petroleras detecten fugas y derrames).

En esencia, Argentina ha integrado la tecnología satelital en muchos aspectos de la vida cotidiana y la gestión pública: desde los campos que alimentan al mundo hasta las redes de fibra óptica que conectan a su gente. A medida que el acceso a los datos satelitales se expande (especialmente con políticas de datos abiertos y la disminución de los costos de las imágenes), es probable que estas aplicaciones se profundicen. El compromiso de Argentina con la democratización de los datos geoespaciales se evidenció cuando Satellogic liberó millones de km² de imágenes de forma gratuita en 2024 para que investigadores entrenaran modelos de IA [131]. Esto refleja una filosofía más amplia: el verdadero valor de las inversiones espaciales se realiza cuando sus datos impregnan industrias y comunidades, resolviendo problemas reales en la Tierra.

Noticias y desarrollos recientes (2024–2025)

Los últimos dos años han sido movidos para las industrias espacial y satelital de Argentina, con lanzamientos significativos, asociaciones y cambios de políticas:

  • ARSAT-SG1 en el horizonte: En 2024, se intensificaron los preparativos para el ARSAT-SG1, el próximo gran satélite de telecomunicaciones de Argentina. Tras retrasos, ARSAT confirmó un lanzamiento previsto para 2025 de este satélite de alta capacidad, que será el primer satélite argentino en operar en banda Ka y proporcionar conectividad a internet a usuarios rurales a velocidades similares a la fibra óptica [132]. Para apoyar al SG1, ARSAT firmó un contrato de 20 millones de dólares con la empresa estadounidense CPI a principios de 2023 para la construcción de antenas y estaciones de gateway de telemetría, seguimiento y control (TT&C) en Argentina [133]. Estas inversiones en tierra son cruciales para que, una vez que el SG1 esté en órbita, sus señales puedan ser gestionadas y transmitidas/recibidas de manera efectiva. El presidente de ARSAT, Facundo Leal, destacó que el SG1 cerrará la brecha digital al llevar banda ancha a “miles de hogares en zonas rurales de Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay” que actualmente carecen de internet confiable [134]. Este proyecto ha sido destacado en los medios locales como un impulso a la infraestructura de telecomunicaciones de Argentina y una posible nueva fuente de ingresos si ARSAT vende capacidad a países vecinos. La fabricación del SG1 (una colaboración de INVAP con socios europeos) iba, según informes, en buen camino durante 2024, con las fases de integración y pruebas en marcha y un contrato de lanzamiento que probablemente se firmará con SpaceX o Arianespace en el corto plazo.
  • Asociaciones espaciales internacionales: Argentina ha buscado lazos más estrechos con las principales potencias espaciales. Un titular de mayo de 2025 fue la firma de un acuerdo entre la NASA y la CONAE para llevar el CubeSat argentino “ATENEA” en la misión Artemis II [135]. Anunciado durante una visita de funcionarios de la NASA, esto convierte a Argentina en uno de los pocos países que contribuyen con una carga útil al esfuerzo de la NASA por regresar a la Luna. ATENEA probará materiales de blindaje contra la radiación y comunicaciones de largo alcance en el entorno de alta radiación más allá de la órbita baja terrestre [136]. Esto no solo proporciona a Argentina datos valiosos para el diseño futuro de satélites (importante si planean misiones de larga duración o contribuciones al vuelo espacial humano), sino que también eleva el perfil del país: ser parte de una misión lunar capta la imaginación pública y consolida el lugar de Argentina entre los socios internacionales de la NASA. Al mismo tiempo, Argentina reafirmó su compromiso con los Artemis Accords, alineándose con los estándares para la exploración espacial responsable, lo que facilita una colaboración más sencilla con la NASA en temas como el Lunar Gateway o oportunidades de entrenamiento de astronautas.
  • Observadores Terrestres de Segunda Generación: A finales de 2023, la CONAE reveló que ha estado desarrollando en silencio SAOCOM 2, un nuevo par de satélites SAR en banda L previstos para su lanzamiento para 2030 [137]. Noticias de una conferencia de noviembre de 2023 indicaron que SAOCOM 2 incorporará tecnología de punta: mejor resolución espacial (hasta ~3 metros desde los 10 m actuales) y un radar definido por software para mayor flexibilidad y rendimiento [138] [139]. El proyecto involucra a muchos de los actores argentinos habituales (INVAP como contratista principal, VENG para el radar y la propia CONAE liderando el diseño de la misión) y también a nuevos proveedores, ya que algunos componentes usados en SAOCOM 1 ahora están obsoletos [140]. Para 2024, las revisiones de diseño preliminares estaban en curso [141]. La importancia de esta noticia es doble: señala continuidad (Argentina no se detendrá en una sola generación de satélites radar, sino que se modernizará continuamente) y prepara a Argentina para seguir siendo relevante en el ámbito internacional de observación de la Tierra hasta la década de 2030. Dado que la NASA, la ESA y la JAXA también están planeando misiones en banda L, la CONAE mencionó intenciones de buscar acuerdos de intercambio de datos con esas agencias para que los datos de SAOCOM 2 puedan intercambiarse por los datos de sus misiones [142]. Esto es un movimiento inteligente para multiplicar el valor de la inversión argentina.
  • Avances y cambios de Satellogic: La empresa fundada en Argentina, Satellogic, fue noticia en varias ocasiones: en marzo de 2025, Satellogic anunció que trasladó su jurisdicción corporativa a EE. UU. (manteniendo I+D en Argentina) para mejorar el acceso a los mercados de capitales [143]. Este movimiento para “anular” su registro argentino refleja los desafíos de recaudar fondos en el volátil clima financiero de Argentina, pero también muestra la ambición global de Satellogic. En una nota positiva, Satellogic ha estado cerrando acuerdos: a fines de 2024, se asoció con Maxar Technologies para ofrecer conjuntamente soluciones de monitoreo satelital a clientes de defensa e inteligencia [144]. Básicamente, Maxar (líder en imágenes satelitales) vio valor en las imágenes de alta frecuencia y bajo costo de Satellogic para complementar las suyas propias. Esta asociación subraya la credibilidad que ha alcanzado Satellogic. Además, Satellogic obtuvo un contrato de 30 millones de dólares en abril de 2025 para sus “Servicios de Constelación con IA como prioridad” [145], que según rumores proviene de un cliente gubernamental que busca mejorar sus capacidades de vigilancia. Y en septiembre de 2025, Satellogic firmó un acuerdo de siete cifras con Suhora Enterprises de India para expandir los servicios de datos EO en el mercado indio [146]. Todo esto indica que una startup argentina es ahora un actor multinacional que realiza ventas tangibles, un motivo de orgullo para la comunidad espacial local.
  • Crisis presupuestaria y cambios de política: En el ámbito nacional, a finales de 2024 se produjo un cambio político con una nueva administración que priorizó recortes fiscales agresivos. Para mediados de 2025, surgieron informes de reducciones presupuestarias en programas de ciencia y espacio. La empresa estatal VENG fue notablemente afectada: en junio de 2025, VENG anunció el despido de alrededor de 30 ingenieros y especialistas – aproximadamente el 10% de su fuerza laboral – como parte de medidas de austeridad [147] [148]. Esto provocó la protesta pública de científicos y técnicos. Sindicatos e investigadores advirtieron que reducir VENG (y por extensión, proyectos como Tronador II) podría “poner en riesgo la continuidad de proyectos fundamentales para la soberanía tecnológica del país” [149]. Los despidos coincidieron con protestas en Buenos Aires por parte de la comunidad científica, bajo la consigna de resistir el “desmantelamiento” de las capacidades estatales [150]. El nuevo gobierno también reemplazó la dirección: se informó que toda la junta directiva de VENG sería removida y reestructurada por la administración Milei a finales de 2024 [151], reflejando un posible cambio en la forma en que se gestionan los proyectos espaciales (potencialmente favoreciendo una mayor participación del sector privado o recortes de costos). Hasta septiembre de 2025, la nueva administración no había articulado una política espacial clara, lo que deja cierta incertidumbre. Sin embargo, los proyectos en curso de la CONAE (como SAOCOM 2 y SABIA-Mar) continuaron con las asignaciones presupuestarias previas. La pregunta es si los proyectos futuros enfrentarán retrasos o cancelaciones debido a presupuestos más ajustados. Los expertos señalan que la experiencia pasada de Argentina en los años 2000 mostró que incluso durante crisis económicas, los proyectos espaciales centrales se ralentizaron pero no se detuvieron, lo que indica resiliencia en el programa. La esperanza en la comunidad es que, una vez que se estabilicen los ajustes económicos, la inversión en el espacio se reanude dada su importancia estratégica.
  • Se reanudan las pruebas del Tronador II: Discretamente en 2024, hubo señales de que el desarrollo del lanzador Tronador II estaba recuperando impulso tras una pausa. Medios locales en julio de 2024 informaron que CONAE y VENG realizaron con éxito la prueba de un nuevo motor de propelente líquido para el Tronador, calificándolo como un momento de “orgullo argentino” [152]. Esta prueba, aparentemente de un módulo de motor de 30 toneladas de empuje, se realizó en el sitio de pruebas de Pipinas y fue importante para validar los cambios de diseño realizados tras fallos anteriores. Los ingenieros confirmaron que el motor funcionó como se esperaba en una prueba estática, e incluso publicaron un breve video en redes sociales que generó entusiasmo entre los aficionados al espacio [153]. Si bien aún no se ha programado un lanzamiento de prueba completo de un cohete Tronador, funcionarios de CONAE insinuaron que un lanzamiento del prototipo VEx-3 (un intento orbital de mayor fidelidad) podría ocurrir para 2025-2026 si se mantiene la financiación. En el Parlamento, se presentó en 2023 un proyecto de ley que declara el desarrollo del Tronador-3 (un futuro lanzador más pesado) como prioridad nacional y fija 2027 como fecha límite objetivo [154]. Estas señales políticas, si cuentan con respaldo financiero, pueden acelerar el trabajo. Si Tronador logra alcanzar la órbita en los próximos años, será una de las mayores noticias para el sector espacial argentino, abriendo la puerta al lanzamiento de pequeños satélites para uso doméstico y posiblemente para clientes regionales.

En resumen, los desarrollos recientes muestran un panorama mixto pero dinámico: progreso técnico e integración internacional por un lado, frente a un contexto de desafíos económicos por el otro. Los ingenieros y científicos argentinos siguen avanzando – ya sea con nuevos satélites, pruebas de motores o emprendimientos empresariales – demostrando una creatividad que ha generado respeto a nivel global. La pregunta de cara a 2026 será cómo la industria se adapta a las restricciones fiscales: ya sea mediante eficiencia, mayores inversiones privadas, o quizás a través de asociaciones internacionales que puedan aportar financiación (por ejemplo, se especula que Argentina podría buscar colaboración con la agencia espacial de India u otras para cofinanciar misiones como SABIA-Mar).

Lo que está claro es que los logros fundamentales de 2024-2025, desde la participación en Artemis hasta los contratos ganados por Satellogic, han consolidado el estatus de Argentina como un actor espacial en ascenso. El entusiasmo sostenido del público – visto cuando multitudes se reunieron en Tecnópolis (feria de ciencia) para ver en vivo el lanzamiento del SAOCOM 1B en 2020, o cuando un satélite construido por una escuela como San Martín fue noticia nacional – proporciona capital político para el programa. Si se aprovecha sabiamente, esto podría persuadir a los líderes para que sigan invirtiendo en el espacio como motor de desarrollo a largo plazo a pesar de las crisis a corto plazo.

Comentario de expertos y perspectivas

Los expertos de la industria y los analistas generalmente ven a Argentina como una “potencia espacial pequeña”: una nación que, a pesar de las fluctuaciones económicas, produce constantemente contribuciones desproporcionadas en el ámbito espacial. Marco Fuchs, CEO de una empresa europea de satélites, fue citado diciendo “Argentina ha desarrollado competencias que algunos países más ricos no tienen, especialmente en satélites de radar y fabricación de pequeños satélites”. Señaló que las colaboraciones internacionales con Argentina son atractivas debido a su reserva de talento y su historial comprobado [155] [156]. Este sentimiento es compartido por socios regionales: por ejemplo, un funcionario espacial brasileño elogió el programa SAOCOM de Argentina como “el orgullo de América Latina en el espacio” en una conferencia de 2023, enfatizando cómo beneficia a toda la región a través del monitoreo compartido de desastres.

Los expertos argentinos, por su parte, enfatizan la necesidad de asegurar financiamiento constante y una visión estratégica. La astrofísica e investigadora del CONICET Beatriz García ha advertido que el financiamiento intermitente es el talón de Aquiles: “Nuestros equipos técnicos son de clase mundial, pero cuando se recortan los presupuestos, corremos el riesgo de perder gente al exterior y de retrasar proyectos críticos.” Esto refleja una preocupación real, como se vio con los despidos en VENG en 2025. Un artículo de Nature a principios de 2025 reflejó estas inquietudes, describiendo a la ciencia argentina (incluido el sector espacial) en una encrucijada si el financiamiento se restringe por demasiado tiempo [157]. En ese artículo, un ingeniero senior fue citado: “No quedará nada si detenemos estos programas; reconstruir tomaría décadas.” Evaluaciones tan francas han impulsado el debate público en Argentina sobre la prioridad de la ciencia y la tecnología incluso en medio de la austeridad.

En una nota positiva, Raúl Kulichevsky, Director Ejecutivo y Técnico de la CONAE, se mantiene optimista. En una entrevista de 2023, destacó que el Plan Espacial Nacional 2021–2030 de Argentina está enfocado en expandir la presencia del país en el espacio y fomentar derivados comerciales [158]. El plan, actualmente en revisión para su extensión hasta 2030, incluye objetivos como completar el lanzador Tronador, lanzar las constelaciones de pequeños satélites SARE y desarrollar la primera línea de ensamblaje de satélites de Argentina para aumentar las tasas de producción. Kulichevsky enfatizó el aprovechamiento de la innovación del sector privado: “Estamos viendo un círculo virtuoso con las startups: la CONAE puede subcontratar más, y empresas como Satellogic u otras pueden a su vez vender servicios a nivel global. Así es como hacemos crecer una economía espacial.” [159] [160]. También mencionó el potencial del turismo espacial y el entrenamiento para vuelos espaciales tripulados en Argentina a largo plazo, dado el extenso territorio del país (para puertos espaciales o centros de entrenamiento), aunque esos siguen siendo aspiracionales.

Los analistas de mercado proyectan que el sector espacial de Argentina crecerá de manera constante hasta 2030. Según un informe de Euroconsult citado en medios locales, la economía espacial de Argentina (incluyendo la fabricación de satélites, servicios de lanzamiento y aplicaciones downstream) podría duplicar su tamaño respecto a los niveles de 2020 para 2028, alcanzando un valor de mercado anual de varios cientos de millones de dólares. Los impulsores identificados son: la demanda agrícola de datos, las necesidades regionales de comunicaciones y los contratos internacionales de satélites que Argentina puede captar al ser un productor rentable (INVAP y Satellogic ya han demostrado que pueden ofrecer calidad a precios competitivos) [161] [162]. El informe sí advirtió que la inestabilidad del tipo de cambio y la inflación podrían erosionar la rentabilidad a menos que se mitiguen indexando los contratos a monedas estables (algo que las empresas argentinas ahora hacen de forma rutinaria para acuerdos de exportación).

En términos de tendencias tecnológicas, los expertos esperan que Argentina se enfoque en algunos nichos: imágenes por radar, satélites pequeños y quizás comunicaciones cuánticas. El país ya es líder en imágenes por radar en banda L; con el desarrollo de SAOCOM 2, mantendrá esa ventaja y posiblemente avanzará hacia radares de mayor resolución o nuevas frecuencias (se ha hablado de un minisatélite argentino con un SAR en banda X para complementar a SAOCOM, en línea con los planes de SARE). Los satélites pequeños son claramente una prioridad, con SARE apuntando a satélites de clase ~200 kg construidos en serie [163]. En CONAE se discute la posibilidad de eventualmente comercializar una plataforma estándar de smallsat a nivel internacional (similar a cómo India comercializa sus lanzamientos PSLV y buses de smallsat). Mientras tanto, la comunidad científica argentina impulsa la participación en campos emergentes como comunicación cuántica por satélite (aprovechando la fortaleza de Argentina en investigación en física cuántica). Si se concretan colaboraciones internacionales (por ejemplo, asociándose con China o Europa en un satélite experimental cuántico), Argentina también podría posicionarse en ese dominio de frontera.

Mirando las proyecciones para 2025–2030:

  • Capacidad de Lanzamiento: La gran pregunta es si Tronador II llegará a órbita antes de 2030. Los optimistas señalan 2027 como una meta alcanzable si el financiamiento es constante; de hecho, el Congreso argentino recibió un cronograma que muestra un lanzamiento orbital de Tronador II para 2027 y un Tronador III más pesado para 2030 [164]. Si eso ocurre, Argentina podría comenzar a lanzar satélites de 200–300 kg por su cuenta, reduciendo costos y aumentando la autonomía. Los pesimistas advierten que las demoras podrían llevar esto a 2030 o más allá, como se ha visto en proyectos similares en otras naciones espaciales emergentes. La existencia de opciones globales de lanzamiento baratas (como SpaceX rideshare) también podría reducir la urgencia, a menos que prevalezcan preocupaciones de soberanía.
  • Crecimiento de la Flota Satelital: Para 2030, Argentina podría tener una flota de nuevos satélites: SAOCOM 2A/B, constelación óptica SARE (potencialmente 2–4 minisatélites trabajando juntos), minisatélites radar SARE, SABIA-Mar 1 (y posiblemente SABIA-Mar 2 si el primero tiene éxito), y ARSAT SG-1 y SG-2 para comunicaciones. Esto implica una flota operativa de una docena o más de satélites argentinos en varias órbitas, un salto significativo respecto al pequeño número actual. Esto abrirá negocios en mantenimiento y reposición de satélites, servicios de estaciones terrestres y gestión de datos, potencialmente generando empleos en esos segmentos.
  • Expansión de Servicios Comerciales: Se espera que servicios como banda ancha satelital (de ARSAT) y análisis de imágenes (de satélites EO) se expandan. Podríamos ver a Argentina convertirse en un centro de imágenes para el Cono Sur; ya vende a clientes internacionales y podría también cubrir más necesidades de imágenes de América Latina, especialmente si se concretan acuerdos regionales. En telecomunicaciones, un área emergente es el backhaul 5G por satélite; ARSAT y posiblemente operadores privados podrían usar satélites de alta capacidad para conectar torres 5G en zonas remotas. De manera similar, el IoT vía satélite (a lo que apunta Innova Space) podría volverse viable si se despliegan decenas de picosatélites, ayudando a industrias como la ganadería (para rastreo de ganado) o la minería (para datos de sensores remotos) en Argentina.
  • Desafíos: Los principales desafíos para este panorama optimista son la volatilidad del financiamiento y la fuga de cerebros. Argentina necesita mantener la inversión en I+D; de lo contrario, los mejores ingenieros podrían irse en busca de oportunidades en el extranjero (una preocupación frecuente dada la historia argentina de “fuga de cerebros”). Los cambios políticos también introducen incertidumbre: cada nuevo gobierno podría cambiar las prioridades. Sin embargo, el hecho de que el sector espacial haya sido un esfuerzo bastante no partidista (tanto gobiernos de centroizquierda como de centroderecha han apoyado a CONAE y ARSAT en el pasado) es una buena señal. Un desafío en el ámbito comercial es la competencia: por ejemplo, Starlink de SpaceX y la constelación de OneWeb podrían socavar el mercado de banda ancha rural de ARSAT al ofrecer servicio directamente desde órbita baja. Argentina tendrá que innovar o encontrar mercados de nicho (quizás combinando satélite con fibra terrestre en redes híbridas) para mantenerse competitiva.

En opinión de los expertos, una clave para el éxito será la cooperación regional: si Argentina logra liderar un esfuerzo espacial latinoamericano coordinado, podría compartir costos y mercados. La tan discutida Agencia Espacial Latinoamericana podría distribuir tareas (quizás Brasil se enfoque en cohetes, Argentina en satélites, México en el segmento terrestre, etc.), haciendo que el conjunto sea mayor que la suma de las partes. Si bien existen obstáculos políticos y logísticos, una alianza así podría surgir en respuesta a tendencias globales que favorecen bloques más grandes.

Para resumir el panorama: optimismo cauteloso define el ánimo de los expertos. Argentina ha demostrado su capacidad técnica; los próximos cinco años pondrán a prueba su voluntad económica y política para mantener el impulso. Si lo logra, para 2030 Argentina podría ser el líder espacial regional con una industria autosustentable, sólidas alianzas internacionales (quizás incluso lanzando satélites de países vecinos en cohetes Tronador), y un flujo constante de datos satelitales impulsando su economía. Por el contrario, si el apoyo decae, el progreso podría estancarse y Argentina correría el riesgo de perder su posición ganada con esfuerzo.

El consenso, sin embargo, se inclina a que Argentina seguirá ascendiendo: “Hemos pasado por altibajos, pero la trayectoria es ascendente,” dice el exdirector de CONAE Conrado Varotto (el “padre” del plan espacial argentino). Señala a la joven generación de entusiastas y emprendedores espaciales del país como la mayor razón para confiar: “No tienen miedo, tienen una visión global y están arraigados en nuestro legado. Ellos asegurarán el lugar de Argentina en el espacio.”

Pronóstico de mercado 2025–2030

El pronóstico de mercado para el sector espacial y satelital de Argentina entre 2025 y 2030 es ampliamente positivo, suponiendo que se ejecuten los proyectos clave. Aquí están las principales expectativas, impulsores y desafíos para ese período:

Expectativas de crecimiento: Los análisis de la industria proyectan que el sector espacial de Argentina podría crecer a un ritmo de 8-10% anual en términos de valor de mercado hasta 2030, superando a la economía general. Para 2030, el sector (fabricación, servicios y aplicaciones downstream) podría convertirse en una industria de USD ~$500 millones por año, frente a un estimado de ~$200 millones a mediados de la década de 2020 (estas cifras combinan el gasto gubernamental con los ingresos comerciales) [165] [166]. Varios satélites nuevos que entrarán en funcionamiento impulsarán este crecimiento: el servicio de ARSAT-SG1 aumentará los ingresos en telecomunicaciones, y el potencial ARSAT-SG2 (previsto para alrededor de 2027) podría expandirlos aún más. En observación de la Tierra, SAOCOM 1A/1B y el futuro SAOCOM 2 generarán productos de datos que pueden monetizarse internacionalmente (CONAE ya está vendiendo datos de SAOCOM en el extranjero, como se señaló) [167], sumando ingresos por exportación. La expansión de Satellogic y el crecimiento de otras startups también contribuyen, ya que aseguran clientes globales y posiblemente canalizan inversiones hacia la economía argentina.

En cuanto a servicios de lanzamiento, si Tronador II se vuelve operativo alrededor de 2027–2028, Argentina podría comenzar a captar una pequeña porción del mercado global de lanzamientos pequeños. Incluso unos pocos lanzamientos por año (con precios de lanzamiento, por ejemplo, de $5–10 millones cada uno) inyectarían ingresos frescos y podrían generar servicios relacionados (turismo en el sitio de lanzamiento, empleos en manufactura, etc.). Sin embargo, la competencia global en lanzadores pequeños es feroz, por lo que el éxito comercial de Tronador no está garantizado; podría servir principalmente a necesidades domésticas inicialmente.

Impulsores: Los principales impulsores del crecimiento incluyen:

  • Aumento de la demanda de datos satelitales en las industrias clave de Argentina: El uso creciente de la agricultura de precisión impulsará la demanda de imágenes más detalladas y frecuentes (exactamente lo que proveen SAOCOM, SARE y Satellogic). De manera similar, el creciente enfoque en la resiliencia climática hará que el monitoreo ambiental satelital sea indispensable para la planificación gubernamental.
  • Necesidades de conectividad: Argentina aún tiene una brecha digital, y países vecinos como Paraguay o Bolivia tienen poblaciones aún más desconectadas. Los satélites de ARSAT, junto con posiblemente SpaceX Starlink (si obtiene licencia) o la constelación LEO de OneWeb, estarán satisfaciendo un aumento en la demanda de banda ancha. ARSAT se beneficiaría asociándose en lugar de competir con las constelaciones LEO (por ejemplo, proporcionando enlaces de alimentación o distribución local para ellas) [168]. Se espera que el mercado general de banda ancha satelital en Sudamérica crezca sustancialmente, y Argentina está posicionada para ser un centro de servicios.
  • Marcos gubernamentales de apoyo: Históricamente, el gobierno de Argentina ha tratado al espacio como un sector estratégico. Si esto continúa (es decir, si los recortes actuales son temporales y se restablece la financiación a un nivel sostenible), el apoyo político será un motor. Por ejemplo, actualizar la Ley Nacional del Espacio para fomentar la inversión privada, mejorar los incentivos fiscales para startups espaciales, o forjar contratos gubernamentales con proveedores locales (por ejemplo, garantizando la compra de imágenes a Satellogic o lanzando cubesats gubernamentales en el Tronador) puede estimular el crecimiento de la industria. También se habla de establecer un parque tecnológico espacial cerca de Córdoba para agrupar empresas e instituciones de investigación; si se concreta, eso podría atraer asociaciones extranjeras.
  • Contratos internacionales y subcontratación: Argentina podría beneficiarse de una tendencia internacional de subcontratar la fabricación de satélites a países de menor costo pero con capacidad. Si INVAP u otras empresas argentinas logran contratos para construir partes de satélites extranjeros (por ejemplo, instrumentos ópticos para un satélite emiratí o una carga útil de comunicaciones para un operador africano), ese flujo de trabajo y dinero sería un motor importante. El precedente existe: INVAP construyó satélites de observación terrestre para CONAE (por supuesto) pero también para un proyecto de satélite de comunicaciones turco en la década de 2010 (subsistemas). Con certificaciones de calidad establecidas, las empresas argentinas podrían convertirse en proveedores en la cadena de suministro global, especialmente para componentes como estructuras satelitales, software y servicios de pruebas. Los costos laborales relativamente más bajos (los ingenieros aeroespaciales argentinos ganan menos que sus pares europeos o estadounidenses, a pesar de tener niveles de habilidad similares) hacen de Argentina un destino atractivo para la subcontratación si se gestiona el riesgo político.

Desafíos: Varios desafíos podrían moderar el pronóstico:

  • Inestabilidad económica: Los problemas económicos crónicos de Argentina (alta inflación, controles cambiarios, crisis de deuda) pueden ahuyentar la inversión extranjera y complicar proyectos a largo plazo. Para las empresas espaciales que necesitan divisas para componentes importados, un peso volátil es problemático. Si estos problemas macroeconómicos no se resuelven, los proyectos podrían enfrentar retrasos o sobrecostos, y las empresas podrían trasladar más operaciones al exterior (como hizo parcialmente Satellogic al mudar su sede).
  • Fuga de cerebros: El sector espacial depende de capital humano altamente especializado. Si los profesionales temen la inestabilidad o los bajos salarios, podrían emigrar. Ya países como España y Estados Unidos atraen ingenieros argentinos. Perder talento podría ralentizar proyectos y reducir la competitividad de Argentina. La mitigación podría venir en forma de mejores incentivos para científicos (quizás vincularlos a proyectos de orgullo nacional ayude, pero en última instancia la compensación y las perspectivas de carrera son lo que importa).
  • Competencia internacional: En el ámbito comercial, los competidores podrían limitar la cuota de mercado. Por ejemplo, Satellogic compite con startups de observación terrestre a nivel global y con gigantes como Planet Labs. ARSAT enfrentará constelaciones LEO que invaden su territorio para la provisión de internet. Tronador, si apunta a lanzamientos comerciales, competiría con una sobreoferta de pequeños lanzadores (Rocket Lab, el sucesor de Virgin Orbit, el SSLV indio, etc.). Argentina debe encontrar nichos donde tenga fortalezas, como la imagen SAR en banda L (pocos otros la tienen) o mercados soberanos garantizados (por ejemplo, países del Mercosur que prefieran un lanzador argentino por solidaridad política).
  • Dependencia de lanzamientos y componentes extranjeros: Hasta que Tronador esté disponible, Argentina depende de lanzadores extranjeros. Cualquier interrupción o problema geopolítico (por ejemplo, sanciones o restricciones comerciales) podría afectar su cronograma de despliegue satelital. De manera similar, muchos componentes (chips espaciales de alto rendimiento, sensores, actuadores) son importados. Los controles de exportación o problemas en la cadena de suministro (como los vistos durante el COVID-19) podrían dificultar la construcción de satélites. Será importante desarrollar más capacidad local o diversificar proveedores (por ejemplo, obtener algunas piezas de India o China si EE. UU./Europa están restringidos).

Oportunidades: Por el contrario, algunas oportunidades emergentes podrían impulsar el mercado más allá de lo esperado:

  • Turismo espacial y hábitats: Los extensos desiertos y la Patagonia de Argentina han sido considerados como sitios para puertos de turismo espacial o campamentos análogos de entrenamiento de astronautas. Si empresas como Blue Origin o Space Perspective (turismo en globo) buscan ubicaciones internacionales, Argentina podría ofrecer sitios atractivos (imagina vuelos suborbitales desde la Patagonia con vistas a la Antártida). Aunque es especulativo, es un área que el gobierno ha explorado ligeramente con Virgin Galactic en el pasado.
  • Mercado de seguridad nacional: Si el sector de defensa de Argentina decide invertir más fuertemente en satélites dedicados (por ejemplo, un satélite de comunicaciones militar o un satélite de inteligencia), eso podría inyectar fondos y crear un nuevo segmento de mercado a nivel nacional. La Armada, por ejemplo, podría financiar un pequeño satélite para rastreo marítimo; el Ejército podría querer un repetidor de comunicaciones para unidades en el campo. Estos proyectos probablemente serían contratados a la industria local (por motivos de seguridad), aumentando los ingresos.
  • Liderazgo regional: Si Argentina tomara la iniciativa de formar un Programa Espacial del Mercosur, podría liderar misiones satelitales multinacionales financiadas por varios gobiernos. Por ejemplo, un SABIA-Mar 2 sucesor podría ser cofinanciado por Argentina, Brasil y quizás Chile, con cada uno contribuyendo con parte del presupuesto y utilizando los datos. Esto aliviaría las cargas financieras y garantizaría misiones continuas. También podría significar que la industria argentina construya más hardware (para socios), aumentando el volumen y la eficiencia de la producción. De manera similar, un sistema regional de aumento de navegación satelital (para mejorar la precisión del GPS en Sudamérica) podría ser una oportunidad, con Argentina brindando liderazgo técnico.

Pronóstico final: Para 2030, se espera que Argentina tenga un sector espacial más robusto y diversificado que sea menos dependiente del presupuesto gubernamental que hoy, debido al crecimiento de los ingresos comerciales, pero el apoyo estatal sigue siendo un pilar fundamental. Anticipamos:

  • Fabricación de satélites: Al menos 4–6 nuevos satélites argentinos lanzados entre 2025 y 2030, manteniendo ocupados a INVAP y otros. Posiblemente algunos de estos serán para clientes extranjeros si Argentina logra exportar plataformas satelitales.
  • Lanzamiento: Un lanzamiento orbital inaugural del Tronador II para ~2027–28 (quizás transportando una carga de prueba o un pequeño satélite), y si tiene éxito, un aumento a 1–2 lanzamientos por año para 2030, principalmente sirviendo a cargas útiles argentinas. Esto no convertirá aún a Argentina en un gran actor de lanzamientos, pero le ahorrará costos de lanzamiento y le dará experiencia.
  • Flujos de ingresos: Los ingresos por servicios satelitales de ARSAT crecen con SG1 (y quizás SG2) capturando la mayor parte de la conectividad en áreas remotas de Argentina y algunos mercados vecinos. Los ingresos por observación terrestre crecen modestamente; el mayor valor es indirecto (mejorando la producción agrícola, etc., lo cual es difícil de monetizar directamente para CONAE). Nuevas ofertas de servicios como suscripción a datos SAOCOM para usuarios internacionales y productos de datos listos para análisis agregan líneas de ingresos pequeñas pero en crecimiento [169].
  • Empleo en la industria: Los empleos en el sector espacial en Argentina podrían aumentar entre un 30 y un 50% para 2030. Podrían surgir nuevas empresas, especialmente si se lanza un programa de incubadoras espaciales (lo cual ha sido propuesto). Una métrica a observar es la cantidad de ingenieros graduados en campos aeroespaciales: las universidades argentinas han ampliado los programas de ingeniería aeroespacial (al menos tres universidades importantes lo ofrecen ahora), lo que proveerá talento para impulsar el crecimiento.

Para concluir, el período de pronóstico se muestra prometedor para que la industria espacial argentina pase de ser un esfuerzo principalmente financiado por el gobierno a un ecosistema impulsado por el mercado, mientras sigue cumpliendo objetivos estratégicos nacionales. La gestión cautelosa de los riesgos económicos y el fomento de la colaboración público-privada determinarán hasta dónde puede llegar la economía espacial argentina para 2030. Si todo sale bien, Argentina será un caso de estudio de cómo un país de ingresos medios puede aprovechar la tecnología espacial para el desarrollo y crear un nicho competitivo a nivel internacional, cumpliendo esencialmente la visión establecida en su Plan Espacial de hacer del espacio un pilar del progreso nacional [170] [171].


Fuentes:

  • Primeros cohetes de Argentina e historia de CONAE [172] [173]
  • Programas satelitales de CONAE y cooperación internacional [174] [175]
  • Desarrollo del cohete Tronador y participación de la industria [176] [177]
  • Planes para el satélite de alta capacidad ARSAT-SG1 [178] [179]
  • Usos del satélite radar SAOCOM y comercialización de datos [180] [181]
  • Crecimiento del sector privado: alianzas de Satellogic y constelación de Innova Space [182] [183]
  • Desarrollos presupuestarios y de políticas (2024–2025) [184] [185]
  • SAOCOM 2 de segunda generación y perspectivas a largo plazo [186] [187]
Argentina launched its first mini-satellite into space

References

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